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Designa una operación mágica, benéfica o maléfica, según la intención de amor o de odio de quien la lleva a cabo. En el lenguaje popular, la expresión «echar la suerte» equivale a veces a hechizo, tal como aparece en muchos cuentos y tradiciones.
También se conoce como encantamiento el himno, en forma de salmodia o cantado, para las evocaciones de los dioses, de espíritus o de muertos. La eficacia del encantamiento se sustentaba en la magia del verbo y en el poder de las palabras en las formas pronunciadas. Expresiones como «perder el encanto» o «estar encantado»…evocan el lazo existente entre el encanto y las palabras que se dicen.
Esta creencia es común en todo Oriente. Los esenios, por ejemplo, juraban no revelar jamás los nombres de los Ángeles, porque creían que la evocación de sus nombres poseía una fuerza mágica capaz de operar sortilegios. Los cabalistas compartieron esa creencia. Los judíos estaban convencidos de que un demonio llamado por su nombre estaba obligado a obedecer la orden que se le daba.
Por extensión, encantamiento es el término genérico que se emplea para designar varios medios de intervención mágica: maleficios, filacterias, suertes, sortilegios…